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CAPÍTULO 16: EL REGRESO.

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CAPÍTULO 15: EL AUTOBÚS MÁGICO

A la mañana siguiente decidimos subirnos a otro tren para recorrer los ochenta ki­ló­me­tros que nos separaban de nuestra meta. Con­tacté una vez más con mi hermano y nos dijo que él llegaría ese mismo día, así que tendríamos dos o tres días pa­ra disfrutar de la ciudad de las luces. Desayu­na­mos tranquilos y después fuimos a la esta­ción de tren a empa­quetar de nuevo las trikes y las mochilas. Des­pués de la experiencia de Saint-Quentin y sus tre­nes teníamos que hacerlo bien. Susana se sentía muy feliz, se le notaba en la cara. El cansancio de días pasados des­apareció de su espíritu al saber de su inminente lle­gada a la ciudad deseada. Subimos al tren. El viaje fue corto y rápido, sin complicaciones. Llegamos. Preparamos de nuevo las trikes y nos adentramos en la gran urbe. París es la ciudad más bonita que hemos visto y así se dejó sentir tan pronto como la pisamos. Tuvimos una sensación totalmente diferente al estar allí. Había algo de mágico al pasear con las trikes

CAPÍTULO 14: FRANCIA

Cuando ya estábamos sentados en el tren, con todas nuestras cosas dentro, empe­za­mos a pensar en los transbordos que haríamos para llegar a Saint-Quentin. Eran un total de tres y entre tren y tren apenas había tiempo para cambiar­nos de vía.   Uno de los trenes en los que fuimos iba tan lleno que no ce­rra­ban las puertas. Estuvimos to­da la tarde me­tidos en ellos y me llevé la medalla de honor al   transportar todo el material a la velocidad de la luz. Esta vez me tocó a mi cargar con Bucéfalo y Se llama Ro­jo después de haberlo hecho ellas por mi tantos ki­lómetros. Lle­ga­mos de noche a Saint-Quentin. En la es­ta­ción pre­guntamos por el camping y nos dirigimos a él. Era tarde y empezó a oscu­recer. Al llegar iban a cerrar, pero esta vez la fortuna se alió con nosotros y nos pudimos alojar en unas habitaciones al estilo de albergue de peregrinos. Des­montando todo fuimos la expectación del lugar, tan­to por nues­tra repentina llegada como por nues­tro modo de viajar. Fue muy

CAPÍTULO 13: DESTINO BRUSELAS

Estábamos muy cerca de Bruselas, el ecua­dor de nuestro viaje y una de nuestras metas, pero antes aún avan­­zamos hasta Grimbergen, la ciudad de la cer­veza. Grimbergen es un lugar alu­ci­nante, con antiguos edificios, ca­rre­teras empe­dradas, la increí­ble arquitectura de sus iglesias y cervecerías por todos lados.   Llega­mos al mediodía, justo para comer. No queríamos gastar mucho en menús, pero era necesario que Ame­lie, que siempre daba mucho trabajo pa­ra comer, comiese bien­. En­tramos en un pequeño res­taurante y pedi­mos unos platos de boloñesa que devoramos con avi­dez. No conseguimos que Amelie comiera mucho, pe­ro, al menos, había comido lo su­fi­ciente. Al acabar tomamos la decisión de quedarnos en el cam­ping de Grimbergen y disponer de más tiempo para nosotros. Cuando lle­ga­mos, montamos la tienda en un gran campo de cés­ped perfecto y al terminar fui­mos a jugar con Amelie a la hierba. Ella se lo estaba pasando en grande y nosotros tam­bién. Con el paso de los d

CAPÍTULO 12: COMO EN LA LAGUNA DE WALDEN

Nuestro siguiente destino era Antwerpen. Habíamos leído sobre esta ciudad en los folletos y sabíamos que ofrecían un buen albergue para cicloviajeros como nosotros. Al llegar, la ciudad no nos decepcionó, nos enamo­ramos de sus canales al tiempo que nos dejamos impresionar por su iglesia que, con una única torre, apuntaba desafiante al cielo de Antwerpen. El sol de la tarde iluminaba las empedradas ca­lles­ que estaban en­gala­nadas para ce­lebrar su día de fiesta. Todo estaba decorado con flo­res de vi­vos co­lo­res, lleno de gente, de músicos y ni­ños jugando. Paseamos felices montados en nues­tras recli­nadas mientras nos dirigíamos al albergue. Éste fue más fácil de encontrar. El lugar se llamaba «De Nekker». Me dirigí a recep­ción como de costumbre para hacer el registro mientras Susana y Amelie­­ jugaban fuera. No paraban de llegar niños que iban a entrenar fútbol, tenis y otros deportes. Era, en realidad, un com­plejo deportivo en el que se notaba un ambiente relajado

CAPÍTULO 11: BÉLGICA Y EL TÚNEL

Seguimos avanzando por una fría Holanda que sólo se hizo más cálida con el paso de las horas. Mientras, el viento persistía en su tónica habitual de ir en contra. Pedaleando, los campos pasaban a nues­tro lado transformándose de verdes a plateados y de ahí a una gran al­fombra de colores que se sucedían ante nuestros ojos como si de la secuencia de una película se tratara. Con este telón de fondo comprobamos lo bien que se lo pasaba Amelie. En su remolque llevaba de todo: su biberón de agua (a veces de cola­cao que tomaba a su gusto), un «pa­quetito» de ga­lle­tas, su muñeca favorita «Nena», y como a ella le gustan un montón, llevaba también flores y piedras que reco­gí­amos mientras hablába­mos de todo lo que íbamos viendo. En uno de aquellos caminos de la lla­nura holandesa perdimos a «Nena». Cuan­do nos quisimos dar cuenta pensamos que ya sería demasiado tarde. Estaba claro que la había sacado fuera del remolque ju­gan­do con ella y ésta habría ido a parar a alguna cuneta. Nos e

CAPÍTULO 10: EL SUEÑO DE LA TORRE DE CRISTAL

Cuando llegamos a Dordrech, quedamos hipnotizados por su belleza. Parecía que nos habíamos trasladado a una pequeña ciudad de la Edad Media. Los edi­ficios de piedra eran hermosos, tanto como sus monumentos, iglesias y calzadas em­pedradas. Eran las seis de la tarde cuando desembarcamos, así que teníamos tiempo para reservar un hotel barato y pasear relajados. Pregun­tamos a una mujer un lugar económico para dormir y nos indicó va­rios «Bed and Breakfast». Fui­mos en busca de uno mientras pensábamos en la ducha que nos íba­mos a dar. Con el mapa en mano comenzamos a buscar. El primero resultó estar com­ple­to, así que nos dirigimos a un segundo «Bed and Breakfast» con la esperanza de terminar pronto, pero éste también es­taba ocupado, y luego, en el tercero nos pasó lo mismo, y así empezó a pasar en todos en los que en­trá­bamos a pre­guntar. De las risas pa­samos al enfa­do porque era extraño que todos estuvieran ocupa­dos. Además se nos esta­ba haciendo de noche. Las farolas em