Ir al contenido principal

CAPÍTULO 13: DESTINO BRUSELAS


Estábamos muy cerca de Bruselas, el ecua­dor de nuestro viaje y una de nuestras metas, pero antes aún avan­­zamos hasta Grimbergen, la ciudad de la cer­veza. Grimbergen es un lugar alu­ci­nante, con antiguos edificios, ca­rre­teras empe­dradas, la increí­ble arquitectura de sus iglesias y cervecerías por todos lados. 
Llega­mos al mediodía, justo para comer. No queríamos gastar mucho en menús, pero era necesario que Ame­lie, que siempre daba mucho trabajo pa­ra comer, comiese bien­. En­tramos en un pequeño res­taurante y pedi­mos unos platos de boloñesa que devoramos con avi­dez. No conseguimos que Amelie comiera mucho, pe­ro, al menos, había comido lo su­fi­ciente. Al acabar tomamos la decisión de quedarnos en el cam­ping de Grimbergen y disponer de más tiempo para nosotros. Cuando lle­ga­mos, montamos la tienda en un gran campo de cés­ped perfecto y al terminar fui­mos a jugar con Amelie a la hierba. Ella se lo estaba pasando en grande y nosotros tam­bién. Con el paso de los días aprendimos a ­ra­cio­na­lizar mejor el tiempo y a disfrutarlo más. Em­­pe­zábamos a ser unos verdaderos aventureros en fami­lia, a cono­cer­nos más, a compartir más en nuestro nuevo ­modo de vida. La aventura nos uniría o nos alejaría. Ese día ju­ga­­mos juntos y disfrutamos como nunca lo ha­bí­a­mos hecho.
La cercanía de la ciudad de Bruselas, que es­taba situada a apenas diez kilómetros de Grimber­gen, había asentado su aeropuerto cerca del camping y los aviones des­pegaban y aterri­zaban cada pocos minutos. Hacían un ruido espan­toso. Era curioso, pero en casi todos los cam­pings en los que habíamos estado, o bien tenían cerca un aeropuerto o bien te­nían una estación de tren, con lo que eso suponía a la hora de dormir, aunque ninguno nos tocó tan de cerca como este.
Estaba ano­checiendo y empezamos a pre­pa­rar el baño. Fue estupendo que tuvieran uno ex­clu­si­vo para bebés con una bañera pequeña. Amelie pudo dis­frutarlo a lo grande. Le llenamos la bañera varias veces. ¡Qué contenta estaba! Después de la ducha nos fuimos a la tienda a preparar nuestras camas. Era un ritual que ya tení­a­mos aprendido: co­locábamos los sacos, relle­ná­ba­mos sus fundas con ropa para hacer las almo­hadas y nos juntábamos pa­ra dormir. Siem­pre dejá­bamos el me­jor sitio para Amelie. Con el paso del tiempo está­ba­mos apren­diendo muchas cosas so­bre viajar jun­tos. Aún no éramos unos expertos pero nos empeza­mos a dar cuenta de que cada vez lo ha­cí­a­­mos mejor.
Esa noche llovió un poco y el ruido de los avio­nes nos despertaban a menudo, pero aún así dormi­mos  bien.
A la mañana siguiente Susana estaba feliz. Iba a cumplir el sueño de llegar a Bruselas con no­so­tros. Ella era la anfitriona y la guía en este terri­torio. Llegamos en pocas horas a la capital belga, pasamos por el hotel donde se había hospedado hacía ya cinco años y nos guió por los lugares que reconocía. Reco­rrimos una calle peatonal llena de gente que nos lle­vaba a la Grande Place. Cuando llegamos Amelie es­taba dormida, pero la despertamos para celebrar nuestra pequeña victoria.
Aunque la ciudad nos pa­re­cía digna de ver, aquel día, por falta de tiem­po, apenas pu­dimos hacer una visita al Manneken Pis y la Grande Place.
A mitad de camino de nuestro recorrido, y después de haber vivido infinidad expe­rien­cias que no hace falta recordar, nos sentimos felices de hacer lo que estábamos haciendo, sin embargo, Su­sa­na em­­­­pezó a mostrar síntomas de cansancio. No es­taba acostumbrada a pedalear tan­tos días seguidos y el ajetreo diario la había dejado con las baterías des­cargadas. Además, haber alcan­zado una de sus me­tas le había hecho sentir que su viaje había cum­plido parte de su co­metido. Ahora le tocaba alcanzar su otra gran meta, pero ya veíamos que tendríamos que redoblar nuestros esfuerzos o no llegaríamos a tiem­po. Con todos los problemas que habíamos te­ni­do íbamos con retraso y ahora andábamos bas­tante jus­tos para alcanzar París. Llegados a este punto decidi­mos subirnos a un tren para recorrer unos cuantos kilómetros. La estación de tren no esta­ba muy lejos.
Después de planificar tanto te das cuenta de que las cosas no salen como esperas y es más importante saber adaptarse.
Cuando estábamos llegando a la estación re­ci­bimos una lla­mada de mi hermano. Nos llamaba para contarnos que en pocos días llegaría a París con su autobús, aunque no sabía la fecha exacta. Menuda sorpresa. No me lo podía creer, apenas nos veíamos en casa a causa de los tra­bajos de ambos y si nada lo impedía nos veríamos en París. En principio, a no­so­tros nos cos­taría mantener el ritmo para llegar, así que, ahora estudiaríamos cuanto deberíamos avanzar en tren pa­ra no ir con prisas.
En la estación de Bruselas nos fue algo com­plicado organizarnos con las trikes y todo el equi­pa­miento. Buscamos un tren para acortar dis­tancias, pero sólo pudimos hacer una conexión posi­ble y era bastante engorrosa: de Bru­selas iríamos a Lille en donde nos bajaríamos para su­birnos a otro tren con apenas diez minutos entre ambos para cambiarnos y des­pués subiríamos a otro que nos llevaría a Saint-Quentin. En total haríamos ciento cincuenta ki­lóme­tros de recorrido que sólo acortarían unos cien kilómetros reales de nuestra ruta. O hacíamos eso o es­tá­ba­mos atrapados en Bruselas. Además, el tren que iba direc­to a París no paraba en Saint-Quentin y no­so­tros no queríamos perdernos esa parte del viaje. Mien­tras compra­ba los billetes (tardaría casi una ho­ra en conse­guirlos), un hombre acercó a a mis chicas. Ellas esta­ban allí sentadas con todos los bul­tos a su lado. Vi como ha­blaba con ellas y me acordé de que nos habían avisado de que tuviéramos cuidado en esa misma estación. No le sacaba ojo y Susana y yo cruzamos unas mi­radas para entender qué estaba pasando. Me tranquilice cuando, des­pués de un rato, el hombre se fue. Regresé con los billetes en la mano, pero no teníamos tiempo para hablar. En quince mi­nutos salía nuestro tren y tenía­mos que desmontar todas las mochilas, empaquetar las las trikes y subir unas escaleras mecánicas para lle­gar a las vías del tren. Aún con la tensión de la visita inesperada de aquel hombre, Susana no soltaba de la mano a Ame­lie. Subimos a toda prisa las escaleras que nos lle­vaban a nuestra vía y por suerte una chica nos ayudó a subir todo, sino, probablemente, hubié­ra­mos per­dido el tren. Fue una auténtica locura.


Comentarios

Entradas populares de este blog

DEPORTES PRACTICADOS CON LA BICICLETA

Radball: fútbol en bicicleta Con el auge de las bicicletas de piñón fijo de los últimos tiempos, se están promoviendo otros usos deportivos como es el caso del polo y más compleja en cuanto a técnica como es el Fútbol-Bic i o Bicifútbol  El Ciclobol goza de una gran aceptación en páises como Alemania donde se conoce como Radball y cuenta con un campeonato mundial anual. Los partidos de Radball se juegan en un campo similar al de futbol-sala tanto por las dimensiones y las porterías como por el tipo de suelo (aunque en ocasiones también es posible ver partidos de Radball sobre césped). Esta práctica en equipo puede ser jugada en la modalidad de dos integrantes por equipo o con cinco ciclobolistas por equipo. Bicicleta Radball La bicicleta utilizada para la práctica del Radball es una bicicleta de piñón fijo con una corona pequeña a la que se ha incorporado un manillar alto (como de una BH de paseo) para facilitar los toques y chutes al balón que se realiz

FOTOS DE TRIKES RECLINADOS CONTRUIDOS EN CASA ( HOMEBUILTS RECUMBENT TRIKES )

He aquí una recopilación de fotos de trikes reclinados de personas que han construído un trike a lo largo y ancho del mundo; sin duda habrá más pero estas son una buena muestra del interés y las posibilidades que este vph puede abarcar. Son un tanto especiales y se ve el amor que se pone en su construcción, algo que pasa con las trikes por ser un vehículo único. Ahí va la muestra obtenida de la página: http://kb7mxu2.home.mindspring.com/trikes6.htm

LAS MEJORES FOTOS DE CICLOVIAJEROS POR EL MUNDO

Me he permitido hacer una recopilación(incompleta aún) de las mejores fotos que he encontrado de esos cicloviajeros que surcan el mundo con sus ruedas marcando su camino como la singladura de un barco,...sielncioso. Si despues de ver estas imágenes a uno no le quedan ganas de emprender el viaje...