CAPÍTULO 8: HOLANDA SOLIDARIA

Sin dinero, en medio de un pueblo en Holanda y con nuestro sueño roto. Nuestro error había sido llevar el dinero con nosotros, todo junto y no haberlo separado antes; por esta decisión y otras muchas cosas no lo habíamos hecho y ahora éramos responsables. Tocaba actuar en función del devenir de los acontecimientos.

Y en ese momento, más que nunca, la realidad se hizo muy patente. Una señora, al vernos nos dio diez euros, me sentí raro, no sabía como cogerlos, no sabía que hacer con aquella amabilidad...

Con los diez euros y con quince más que teníamos nos fuimos a comer una calle más allá, no teníamos los ánimos para más, abatidos.

Mientras comíamos empezó a llover y se levantó bastante viento. Llamamos a casa y contamos lo que nos había pasado, nos iban a echar una mano con lo que podían, nos ayudaba a salir del bache pero hasta la mañana siguiente no contaríamos con ello. Por el momento no nos quedaba otra solución que avanzar hasta el próximo camping sin dinero. La comida nos costaba nueve euros, el camping costaba dieciséis, nos faltaban dos euros, aún así iríamos y ya veríamos que pasaría.

Lo que más pasaba por nuestras cabezas era volver, pero nos resistíamos a perder el sueño. Si bien la ayuda prestada nos desahogaba -y no nos quedan palabras para expresar todo el agradecimiento-, aun no estaba el problema resuelto. No estábamos en disposición de pedir más. Ahora volver era lo más seguro y probable, lo difícil era saber cómo. Pensamos en coger un tren hasta París desde alguna estación cercana y luego coger un nuevo vuelo porque el que teníamos pagado salía el día 26 de Septiembre y ya no era factible, eso y que estábamos a 11 de Septiembre y sobrevivir con lo que nos quedaba era cosa complicada. Podíamos no dormir en campings, pero esa solución con Amelie no era segura, o contactar en Warmshowers con gente que nos acogieran pero resultaba también complicado conseguirlo en tan poco tiempo y en nuestra ruta. A esto se sumaban otras incógnitas como qué haríamos con las trikes pues podía ser que no nos llegase el dinero para facturarlas en el avión (unos 130 euros).

Estas y mil historias más rondaban nuestras cabezas. De momento avanzamos hasta el siguiente camping. El viento se hizo implacable y apenas nos dejaba avanzar, hacía que pedalear pareciese inútil, buscábamos cualquier desnivel en el terreno para protegernos y avanzar más pero eso en la llanura holandesa es complicado. Después de sufrir mucho y perdernos llegamos al camping. Estaba muy bien, de los mejores que encontramos por el camino (www.koornmolen.nl)

Entramos en la recepción del camping, expusimos nuestra situación y la amable recepcionista nos dijo que no había ningún problema. Fuimos a nuestra localización, se presentaba una noche con mucho viento, los árboles se movían de lado a lado. Fui a buscar leche para Amelie, pues no teníamos, salí decidido a encontrarla. En el camino me encontré a un operario del camping, le pregunté donde podría conseguir leche para un bebé, le expliqué que no tenía dinero para comprarla y el por qué de no tener dinero. Casi sin mediar palabra me pidió que lo acompañara, me llevó a unas dependencias donde guardaban material para el mantenimiento del camping, esperé fuera, cuando regresó me traía un billete de diez euros al tiempo que me indicaba como ir al pueblo y que el supermercado aun estaba abierto. Le di las gracias y partí para allá, veloz. Marylin aun se encontraría montando la tienda, ella sola, con Amelie. Lo que no sabía era los problemas que había tenido con el viento y que la habían intentado ayudar, menudo día llevábamos...esto no lo supe hasta que llegué con la compra. Cuando llegué, el mismo operario del camping nos llevó una botella de vino y dos copas. Gran hombre.

A la mañana siguiente fui al banco, nos habían ingresado, fui junto al operario y le devolví los diez euros. Esa mañana entablamos conversación con nuestros vecinos de camping. Una pareja de un holandés y una china que tenían una preciosa recién nacida. Nos ayudó con nuestras cosas y se ofreció voluntario a llevarme en su coche a buscar el dinero perdido. No pensábamos volver atrás ya. Dábamos por perdido el dinero. Agradecimos su intención. Solo queríamos avanzar para arreglar nuestra vuelta. Cuando ya teníamos todo preparado a Marylin se le salió la cadena y esta se rompió. En años andando en bicicleta jamás se me había roto la cadena y ahora ocurría. Por si fuera poco rompió por dos tramos diferentes, algo inexplicable por otro lado...Nuestro amigo nos echo una mano y acabamos pronto de arreglarla. Nos pasamos los móviles por si necesitábamos más ayuda y nos despedimos.

Por delante nos quedaba la gran ciudad de Rotterdam y unas cuantas decisiones por tomar.

Por el último amanecer.