Seguimos avanzando por una fría Holanda que sólo se hizo más cálida con el paso de las horas. Mientras, el viento persistía en su tónica habitual de ir en contra. Pedaleando, los campos pasaban a nuestro lado transformándose de verdes a plateados y de ahí a una gran alfombra de colores que se sucedían ante nuestros ojos como si de la secuencia de una película se tratara. Con este telón de fondo comprobamos lo bien que se lo pasaba Amelie. En su remolque llevaba de todo: su biberón de agua (a veces de colacao que tomaba a su gusto), un «paquetito» de galletas, su muñeca favorita «Nena», y como a ella le gustan un montón, llevaba también flores y piedras que recogíamos mientras hablábamos de todo lo que íbamos viendo. En uno de aquellos caminos de la llanura holandesa perdimos a «Nena». Cuando nos quisimos dar cuenta pensamos que ya sería demasiado tarde. Estaba claro que la había sacado fuera del remolque jugando con ella y ésta habría ido a parar a alguna cuneta. Nos e...